Moshe Gershuni (1936-2017) fue uno de los artistas israelíes más importantes. Su trabajo existencial –un proyecto en curso que abarca más de 40 años– es intransigente y su producción de pinturas, dibujos y esculturas deja mucho espacio para la asociación. Al mismo tiempo sensuales y conceptuales, emocionales y críticas, auténticas y bien escenificadas, las obras de Gershuni superan las contradicciones y fusionan la conmemoración histórica con la franqueza catártica de la acción pictórica.
Gershuni trabajó horizontalmente. Cubrió el suelo con papel y se arrastró sobre él con las manos empapadas en pintura, como si fuera una herida que goteaba sangre. Su universo pictórico es terrenal, instintivamente sensual y regresivo, pero caracterizado por la fe y las elegantes transformaciones. Su obra genera una fisicalidad ciega y exuberante y la confronta con iconografía figurativa y expresiones verbales. Muchas pinturas contienen símbolos con carga histórica y pasajes hebreos escritos a mano de oraciones judías, transformando las superficies desiguales y desbordantes de pintura líquida, sus composiciones prelingüísticas aparentemente involuntarias en una vívida representación teatral, un ritual de éxtasis.